martes, 19 de julio de 2011

Illapu - Para Seguir Viviendo

Los días 2 y 3 de Julio de 1986 los luchadores por la Democracia de todo Chile, y particularmente los jóvenes, se movilizaban para participar de la más grande de las Protestas Nacionales contra la Dictadura de Pinochet. El acto de protesta había sido convocado por la Asamblea de la Civilidad, organismo que agrupaba a todos los actores políticos que luchaban contra la Tiranía y la Dictadura de Augusto Pinochet..



En las poblaciones Los Nogales y La Palma, como en tantos lugares, se preparaban las barricadas que iban a ayudar a paralizar el país. Antes de las 8 de la mañana del miércoles 2 de julio Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana, ambos de 19 años, salían de casa de sus familiares movilizándose hacia Avenida General Velásquez. Una patrulla militar los intercepta. La mayoría de sus acompañantes logra evadir la encerrona pero los militares logran detener a Rodrigo y a Carmen Gloria. Luego se sucedió uno de los crímenes más horrendos de la Dictadura: los militares los rocían con bencina y les prenden fuego, y observan cómo ambos jóvenes se queman. Para asegurar la impunidad del crimen los mismos militares los suben a una camioneta y los abandonan camino a Quilicura. Rodrigo muere cuatro días más tarde en la Posta Central producto de las terribles quemaduras que cubrían más del 90% de su cuerpo; Carmen Gloria sobrevive a pesar de que también gran parte de su cuerpo resultó gravemente dañado.



Sin el sacrificio de Rodrigo, de Carmen Gloria y de tantos jóvenes en la década de los ’80 no habría sido posible poner fin a la Dictadura. Recordarlos hoy es hacer memoria de que la única manera de producir cambios es con movilización y verdadero compromiso por generarlos, tal como nos han demostrado los jóvenes de hoy, estudiantes secundarios y universitarios.


Loa antofagastinos Illapu, le escribieron una canción que esta contenida en el álbum "Para Seguir Viviendo" de 1988





Las hojas rojas que crecen
que crecen llenas de espanto
sofocan mis movimientos
ahogan mi corazón
y queman mi sentimiento
ahogan mi corazón
y queman mi sentimiento.

Las hojas ya no son hojas
son llamas que trae el viento
que crecen llenas de espanto
ahogan mi corazón
y queman mi sufrimiento
ahogan mi corazón
y queman mi sufrimiento.

Las llamas que trae el viento
y que mi sudor no apaga
levantan una muralla
con bencina y con metralla

Las hojas ya no son hojas
son llamas que trae el viento
y en el medio de esas hojas
mi voz seguira viviendo,
mi voz seguira viviendo,
Rodrigo Rojas en llamas
tu voz seguira viviendo.



martes, 5 de julio de 2011

León Gieco - El Ángel De La Bicicleta



El miércoles 19 de diciembre de 2001, Claudio “Pocho” Lepratti, de 35 años de edad, auxiliar de cocina en el comedor de la escuela número 756 "José Mariano Serrano" barrio de Las Flores de Rosario, un barrio duramente azotado por la desocupación y la pobreza, cuyos vecinos se encontraban movilizados ese día, lo que desató una represión por parte de la policía provincial de Santa Fe.  El conflicto se desarrollaba a más de 300 metros de la escuela, y cuando pasó el móvil 2270 del comando radioeléctrico, disparando hacia el aire, para reprimir la movilización, Lepratti subió al techo del comedor donde preparaba la comida para los alumnos  e intentó frenar la represión desmedida contra la gente, los increpó a detenerse, porque las balas podían herir a alguno de los niños de la escuela. Fue entonces cuando el patrullero dio la vuelta y se detuvo frente a Pocho quien les gritó:“ ¡Hijos de puta, no tiren que hay pibes comiendo!”. El agente Velásquez, que salió de la parte posterior junto con el agente Pérez, le dio un tiro a siete metros de distancia,  que le reventó la tráquea, el disparo lo arrojó hacia atrás y su cuerpo se desplomó sobre el techo.




Claudio Lepratti había llegado a Rosario mientras acontecían los primeros saqueos que terminaron desalojando a Alfonsín de la Presidencia. Había nacido en Concepción del Uruguay en febrero de 1966... El mayor de seis hermanos de una familia de trabajadores rurales. En 1986, luego de abandonar la carrera de Derecho en la Universidad de Santa Fe, ingresó como seminarista en el Instituto Salesiano de Funes. En 1989 dejó el seminario, para trabajar con la gente humilde.






Empezó coordinando talleres para niños y dando clases de Teología junto con el Padre Edgardo Montaldo. Para el año 2001, su esfuerzo había impulsado la creación de la Coordinadora Juvenil de la Vicaría Sagrado Corazón del barrio Ludueña, que nucleaba a siete grupos de adolescentes. Entre ellos "La Vagancia", que él fundó en 1994. Además, era un activo militante gremial de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado). Todos los días atravesaba la ciudad en bicicleta por la avenida Circunvalación hacia su trabajo. Era el ayudante de cocina en la escuela 756 del barrio de Las Flores.

Claudio Lepratti fue uno de los siete muertos en Rosario durante la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001. El único procesado fue el agente de la policía provincial que le disparó. El oficial Estéban Velásquez fue condenado a catorce años de prisión.





Hoy es un símbolo de lucha y solidaridad, dignidad y trabajo. Su nombre se encuentra en las pancartas, en los afiches, en los volantes, en las canciones. Su nombre es recordado en diversos murales y en numerosos festivales, encuentros y manifestaciones. Cientos de paredes rosarinas rezan leyendas de “Pocho vive", "Pocho: tu lucha seguirá", "Pocho vive en el corazón y en los rostros de los que exigen justicia", o "Pocho nos muestra el camino".





León Gieco le dedicó este tema, y una gran cantidad de comedores populares lo recuerda como un emblema.

El ángel de la bicicleta
León Gieco/ Luis Gurevich

Cambiamos ojos por cielo
sus palabras tan dulces, tan claras
cambiamos por truenos

Sacamos cuerpo, pusimos alas
y ahora vemos una bicicleta alada que viaja
por las esquinas del barrio, por calles
por las paredes de baños y cárceles
¡Bajen las armas
que aquí solo hay pibes comiendo!

Cambiamos fe por lágrimas
con qué libro se educó esta bestia
con saña y sin alma
Dejamos ir a un ángel
y nos queda esta mierda
que nos mata sin importarle
de dónde venimos, qué hacemos, qué pensamos
si somos obreros, curas o médicos
¡Bajen las armas
que aquí solo hay pibes comiendo!

Cambiamos buenas por malas
y al ángel de la bicicleta lo hicimos de lata
Felicidad por llanto
ni la vida ni la muerte se rinden
con sus cunas y sus cruces

Voy a cubrir tu lucha más que con flores
Voy a cuidar de tu bondad más que con plegarias
¡Bajen las armas
que aquí solo hay pibes comiendo!

Cambiamos ojos por cielo
sus palabras tan dulces, tan claras

cambiamos por truenos

Sacamos cuerpo, pusimos alas
y ahora vemos una bicicleta alada que viaja
por las esquinas del barrio, por calles
por las paredes de baños y cárceles
¡Bajen las armas
que aquí solo hay pibes comiendo!